Libreto Para Eros / Review

Traducido por Valerie Mejer, Amargord Ediciónes


Potente, alucinante, demoledoramente profundo, Forrest Gander se cuenta entre los poetas más extraordinarios de la poesía norteamericana y de la poesía de nuestro tiempo. De una intensidad lírica única, esta obra es un devastado y doloroso viaje en el cual se van iluminando las conexiones que hilvanan los escenarios a menudo arrasados de nuestra vida, con una extraña forma de eternidad donde el temblor de un cosmos implacable y omnipresente pareciera estar escrutándonos detrás de las ventanas. Magistralmente traducidos por otra poeta relevante, la mexicana Valerie Mejer, Libreto para Eros, nos hace ver que una de las condiciones más desoladoras de lo que somos, ahora, en este comienzo de milenio, no es la incapacidad de amar sino la incapacidad de decirlo. No morimos de amor sino de silencio, y los desesperados y frágiles seres que comparecen en los poemas de Forrest Gander nos están mostrando la humanidad entera.
--Raúl Zurita

LIbreto Para Eros por Esther Giménez

Como nos anuncia en el prólogo la poeta Valerie Meyer–traductora de este libro compilatorio–, correspondía al libretista de una composición idear un texto por orden del músico, con sonidos vocálicos y consonánticos recurrentes, ciertos conceptos, palabras, imágenes previamente acordadas, inspiradas en la pieza musical a representar. En Libreto para Eros, Forrest Gander acepta el encargo y se sitúa entre la experiencia y el lector; ejerce de canal de comunicación, oye y transcribe en forma de poema, el poeta como intérprete de la música ultrasónica del mundo.

Gander presta sus oídos al mundo porque entiende que la poesía, más que con la vista, tiene que ver con el oído. Fonemas, palabras clave –o llave o tono, la polisemia del vocablo inglés key– y esenciales contrapuntos de silencio que componen un oratorio dedicado a la experiencia sensible. La percepción filtrada a través del sujeto/poeta adopta un ritmo particular, salido de las intransferibles vísceras, que nada más nacer se abre, se bifurca, se quiebra para dejar hueco a lo universal que hay en cada uno de nosotros. Para ello nos ofrece una escritura compuesta por lenguaje y ausencia de lenguaje; a veces palabra opaca, toda la rotundidad de su masa; otras la palabra como membrana permeable, como muro de cristal que separa y deja pasar la luz o su carencia. El autor nos traslada, nos lleva de un sitio a otro: tal es la labor del traductor. Para ello no elige un único camino, sino múltiples trayectorias a su vez en movimiento. Así es nuestro tiempo en el planeta, imperceptible órbita constante, sin opción alguna de quietud. El paisaje pasa raudo. Como ocupantes de un vehículo en marcha, nos asaltan fotogramas inconexos, azarosos, extraídos sin embargo de una misma película:

Dejando atrás el penetrante aroma del helecho peregrino
gracias a la lluvia
aquí atascado de aceite de motor, heces de perro, residuos de frenos
saltando a borbotones por agujeros humanos hacia las calles superando las fuerzas
de la planta de tratamiento de agua derramándose en la Bahía de Narragansett (…)

Este poeta nos aporta una poesía fresca, expansiva, que invita a la constante relectura; un autor sureño que migraciones aparte conserva en los sentidos su Virginia natal. Aun por encima de esta marca, se ha dejado sabiamente imbuir de otras lenguas, otras voces, otras barreras y/o posibilidades lingüísticas. Un bullicioso debate interior que desemboca en un lirismo sediento, sensual. Instantáneas movidas, retratos accionados, la estela borrosa del movimiento, el eco. No solo rompe Gander los límites entre géneros –con una poesía pura aunque valiente, sin miedo a nutrirse de la prosa–; la fragmentación alberga moléculas de muy distinta procedencia que no hacen sino unir, servir de magma instersticial que se impregna de realidades alejadas –en el tiempo y/o en el espacio– y las incluye en un todo indistinguible. Poesía de frontera, enraizada en la mejor tradición norteamericana –no es secreta su conexión con Robert Creeley, la ruptura y la potestad del sonido en ambas poéticas– pero poesía a su vez proyectada hacia adelante gracias al pertinaz intercambio con otras culturas y, por lo tanto, con otras maneras de ver, de oír, de codificar:

Quince maneras de perforar y limar dientes
incrustados con gemas
esculpidos en piedra caliza, basalto,
piedra piroclástica. Todos menos tres
códices Mayas
fueron quemados
para limpiar la loza destinada a Cristo. La verdad
está estructurada, como lenguaje, yo garabateo.

Este poeta de incontables recursos los subordina a la tarea de borrar su autoría, se hace desaparecer entre la nube de polvo despedida por el choque entre percepción y lenguaje. Su formación científica nos recuerda la existencia de otras dimensiones poéticas que a menudo olvida nuestra obcecación filológica. Forrest Gander despliega sus artes de alquimista y mezcla en el matraz la geo-biología del entorno con una profunda preocupación por la impotencia descriptiva del lenguaje. Los poetas de ciencias siguen demostrándonos la cercanía entre ambas disciplinas, la insaciable exploración de los límites y la necesidad de traspasarlos para toparnos de inmediato con nuevos límites. Se trata de captar la misteriosa sintonía del universo y apresarla tras los signos; aun cuando sepamos que es inaprensible.

Vocablos que se sueltan
de la referencia. A través de
columnas inflexibles de coches,
con un trapo rojo en la mano, un sordomudo,
surge:
su exhausto rostro frente al parabrisas.

-- Esther Giménez